Dos móviles empiezan a pitar sin orden ni concierto en el interior de una furgoneta y dos siluetas se levantan ensoñecidas:
-¿He roncado mucho?
-¿Que si has roncao? Parecias una motosierra, macho
-¿Que si has roncao? Parecias una motosierra, macho
Un despertar así no es el más dulce que se pueda desear, ni tampoco de los más recomendables , pero sí uno de los que voy a estar recordando hasta que me haga viejo.
Nos vestimos y salimos a la escarcha cuando todavía era de noche y en la zona de la salida los CXM's voluntarios ya llevaban un buen rato bregando con vallas, sillas, mesas y dorsales. El trabajo necesario para organizar una prueba así con la mitad del presupuesto de otros años dice muchas cosas y todas buenas del nivel organizativo que se gasta en el club CxM. Cuando todo el mundo habla genial de esta carrera y del resto de pruebas que organiza el club creo que no es cuestión de casualidad, ni mucho menos por peloteo, es un por una actitud genial y envidiable que me hace sentir orgulloso de llevar esta camiseta.
Iba por cuando salimos de la furgoneta, mirando al cielo para ver que ya no quedaban rastro de las nubes que habían estado soltando agua toda la noche. Ni de esas ni de otras porque lo que nos encontramos fue un cielo limpio y raso que poco a poco se iba quitando las mantas de encima para prepararnos un día perfecto de subir y bajar montañas.
Estaba muy acojonado ante la paliza que se avecinaba y ahogué las dudas en abundante café con leche y magdalenas, lo que hizo que durante el calentamiento notara el estómago bastante pesado. Todos los esfuerzos por acelerar la digestión resultaron infructuosos por lo que acabé sincerándome lastimosamente mi voz interior: "Mira que son 25 kms" , "mira que si hoy no es el día...", "Mira que nos hemos venido hasta Valencia sólo para arrastarnos...", "Mira que la voy a volver a cagar y esta vez por zampabollos..."
Por suerte con el disparo de salida las piernas tomaron el mando y en unos segundos estaba buscando la cabeza de carrera cuando todavía no habíamos salido de las calles del pueblo. Me dieron ganas de ponerme atirar pero me serené a tiempo. No era plan de empezar a hacer el tonto tan temprano.
Por suerte con el disparo de salida las piernas tomaron el mando y en unos segundos estaba buscando la cabeza de carrera cuando todavía no habíamos salido de las calles del pueblo. Me dieron ganas de ponerme atirar pero me serené a tiempo. No era plan de empezar a hacer el tonto tan temprano.
En el primer repecho hay un amago de despiste y la cabeza de carrera se descompone un poco. Llorens y Recatalá tiran hacia delante, Adell les sigue y yo hago lo que puedo. Voy cuarto, no tengo la sensación de estar exigiéndome demasiado pero tampoco encuentro razones para empezar a asufrir con 20 kilometrazos de prueba por delante. Al poco llegamos a la subida con la pendiente más alta de todas, la que nos llevará al Alt del Pí. Agacho la cabeza y me aplico en coger un ritmo bueno que me lleve hasta arriba, trotando de vez en cuando para no estancarme. Me coge Santiago García y llega a pasarme pero en la cima me dejo caer y me vuelvo a poner a su altura.
Me encuentro en mis highlights, mejor que nunca, bajando entre los pinos con soltura y afrontando un agradable rato de cresteo que nos lleva a pasar por dentro del Castillo de Serra y luego de vuelta al pueblo. Hay gente en el campo de fútbol y se agradecen los ánimos. Miquel me dice que controle, que los primeros van muy fuertes y aún queda mucho.
En el siguiente avituallamiento, apenas un kilómetro después, está Manoli, que me repite las advertencias y me hace pensar. Vuelve la voz interior con su retahila: "mira si te estás pasando", "mira que todavía quedan 16kms", "mira que si ahora te llega una pájara como la de Cuerda Larga y no llegas ni al km 15", "mira que nunca antes has competido 25 kms", "mira el barranco que empieza ahora"... con una verborrea así es fácil pasar de discusiones y como el objetivo es ganar la categoría sub23, que acaba justo en el k15, decido bajar el ritmo, dejo pasar a Santiago García y me aseguro de cumplir con los deberes.
En el k15 está la cima del Sierro, un monte al que se sube por un sendero que serpentea entre sombras y que no ofrece más visión que los 20 metros que hay entre curva y curva. Pierdes las referencias, el bosque te hace suyo y se te olvida que estás en una carrera; que compites por unos motivos seguramente absurdos y que el reloj sigue corriendo en tu muñeca. Por un momento incluso se te olvida que tienes que seguir las cintas colgadas de los árboles y vuelve a tí la típica presión en el pecho de cuando cuando crees que te has perdido.
Pero no, ya estamos en el Sierro. Unos traguitos de agua e isotónico y un trozo de mebrillo que no encuentra hueco en el gaznate. Me dejo caer por la pista ancha y firme que me roba un trozo de mis cuadriceps antes de dejarme otra vez en el barranco. De nuevo la duda de no saber si estoy en el lugar correcto. Creo que es el mismo sitio que hace 7 kms y veo a gente que corre en sentido contrario...Aparece un voluntario justo en el instante en el que voy a ponerme a llorar como un chiquillo: Tranquilo chaval, que no te has perdido. Esto se llama bucle. Bu-cle.
Menos mal. Queda la última subida que nos va a llevar al punto más alto del recorrido: Rebalssadors. En el siguiente control me cantan que el corredor de delante me aventaja en tres minutos y pienso que ya está todo el pescado vendido. No lo voy a coger así que todo mi trabajo consiste en no dejarme coger en los kilómetros que quedan, lo que no es moco de pavo tratándose de una subida de 3kms y 300m positivos en la que se va a poner a prueba mi inexistente solvencia escaladora.
De nuevo agachar la cabeza y aplicarse en el trayecto. Como quien caba un hoyo o como quien copia lo que le dictan voy poniendo un pie detrás de otro. De vez en cuando las manos sobre los muslos y siempre apretando los dientes vamos tragando metros de desnivel. Cada cierto tiempo me giro y controlo que la distancia con mi perseguidor, que ahora ya veo, no crezca pero que tampoco disminuya.
Por fin se ve más cielo que montaña, prueba indudable de que no estamos acercando a la cima. Ahora sí que está hecho. Vamos ya. Hay un par de kilómetros de pista regular en los que echo a correr con mucha fuerza y muchas ganas, lástima que la distancia con Santiago García ya sea insalvable. Desembocamos en un mirador desde donde la vista se escapa hasta el mar y te permite descansar mentalmente durante unos mínimos segundos antes de la última bajada.
La última bajada es trepidente, el sendero se enmaraña en muchos puntos y vamos saltando de piedra en piedra. Llevo 22 kilómetros corriendo y a pesar de que me duele todo el cuerpo no se me pasa por la cabeza parar. Mi mente tira de mi cuerpo e ignora los calambres que en un par de saltos me atraviesan los isquios. Paso el Kilómetro 22, el 23 y el 24...y ya estamos en el último. Estamos de vuelta en el pueblo y esprinto desde el primer momento en que toco el asfalto. Una cabalgada potente y larga que me permite vaciarme y llegar a la meta con la confortable certeza de haberlo dado todo.
Soy quinto absoluto y primer sub-23 en la última carrera en la que formaré parte de esta categoría. ¡Qué lástima llegar a viejo!
Me encuentro en mis highlights, mejor que nunca, bajando entre los pinos con soltura y afrontando un agradable rato de cresteo que nos lleva a pasar por dentro del Castillo de Serra y luego de vuelta al pueblo. Hay gente en el campo de fútbol y se agradecen los ánimos. Miquel me dice que controle, que los primeros van muy fuertes y aún queda mucho.
En el siguiente avituallamiento, apenas un kilómetro después, está Manoli, que me repite las advertencias y me hace pensar. Vuelve la voz interior con su retahila: "mira si te estás pasando", "mira que todavía quedan 16kms", "mira que si ahora te llega una pájara como la de Cuerda Larga y no llegas ni al km 15", "mira que nunca antes has competido 25 kms", "mira el barranco que empieza ahora"... con una verborrea así es fácil pasar de discusiones y como el objetivo es ganar la categoría sub23, que acaba justo en el k15, decido bajar el ritmo, dejo pasar a Santiago García y me aseguro de cumplir con los deberes.
En el k15 está la cima del Sierro, un monte al que se sube por un sendero que serpentea entre sombras y que no ofrece más visión que los 20 metros que hay entre curva y curva. Pierdes las referencias, el bosque te hace suyo y se te olvida que estás en una carrera; que compites por unos motivos seguramente absurdos y que el reloj sigue corriendo en tu muñeca. Por un momento incluso se te olvida que tienes que seguir las cintas colgadas de los árboles y vuelve a tí la típica presión en el pecho de cuando cuando crees que te has perdido.
Pero no, ya estamos en el Sierro. Unos traguitos de agua e isotónico y un trozo de mebrillo que no encuentra hueco en el gaznate. Me dejo caer por la pista ancha y firme que me roba un trozo de mis cuadriceps antes de dejarme otra vez en el barranco. De nuevo la duda de no saber si estoy en el lugar correcto. Creo que es el mismo sitio que hace 7 kms y veo a gente que corre en sentido contrario...Aparece un voluntario justo en el instante en el que voy a ponerme a llorar como un chiquillo: Tranquilo chaval, que no te has perdido. Esto se llama bucle. Bu-cle.
Menos mal. Queda la última subida que nos va a llevar al punto más alto del recorrido: Rebalssadors. En el siguiente control me cantan que el corredor de delante me aventaja en tres minutos y pienso que ya está todo el pescado vendido. No lo voy a coger así que todo mi trabajo consiste en no dejarme coger en los kilómetros que quedan, lo que no es moco de pavo tratándose de una subida de 3kms y 300m positivos en la que se va a poner a prueba mi inexistente solvencia escaladora.
De nuevo agachar la cabeza y aplicarse en el trayecto. Como quien caba un hoyo o como quien copia lo que le dictan voy poniendo un pie detrás de otro. De vez en cuando las manos sobre los muslos y siempre apretando los dientes vamos tragando metros de desnivel. Cada cierto tiempo me giro y controlo que la distancia con mi perseguidor, que ahora ya veo, no crezca pero que tampoco disminuya.
Por fin se ve más cielo que montaña, prueba indudable de que no estamos acercando a la cima. Ahora sí que está hecho. Vamos ya. Hay un par de kilómetros de pista regular en los que echo a correr con mucha fuerza y muchas ganas, lástima que la distancia con Santiago García ya sea insalvable. Desembocamos en un mirador desde donde la vista se escapa hasta el mar y te permite descansar mentalmente durante unos mínimos segundos antes de la última bajada.
La última bajada es trepidente, el sendero se enmaraña en muchos puntos y vamos saltando de piedra en piedra. Llevo 22 kilómetros corriendo y a pesar de que me duele todo el cuerpo no se me pasa por la cabeza parar. Mi mente tira de mi cuerpo e ignora los calambres que en un par de saltos me atraviesan los isquios. Paso el Kilómetro 22, el 23 y el 24...y ya estamos en el último. Estamos de vuelta en el pueblo y esprinto desde el primer momento en que toco el asfalto. Una cabalgada potente y larga que me permite vaciarme y llegar a la meta con la confortable certeza de haberlo dado todo.
Soy quinto absoluto y primer sub-23 en la última carrera en la que formaré parte de esta categoría. ¡Qué lástima llegar a viejo!
1 comentarios:
estuvo realmente muy buena esta carrera, me encantaría poder participar en una, pero para eso tengo que parar un poco de estar arriba de mi volkswagen fox y ponerme a entrenar duro
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