miércoles, 27 de octubre de 2010

24/10/10 XXIII Cross de la Cuerda Larga. Pto. Morcuera-Pto. Navacerrada (M)

Salimos inmersos en un alarido colectivo que trata de asustar a los miedos que suscita un recorrido muy aéreo, expuesto al sol y al viento (menos mal no a la niebla) y, además, desprovisto de agua en su práctica totalidad, pues sólo contamos con dos avituallamientos en los kilómetros 3 y 17 (de 19 totales).


Primeros momentos de la prueba. No salgo en la foto por medio segundo
Foto: skimotrail.blogspot.com


La selección de la carrera se hace en las primeras rampas que nos llevan a la cima de la Najarra. Eliseo Bodelón se destaca desde el principio y, sin concesiones ni un sólo amago de mirar hacia atrás, empieza a trabajarse desde el primer momento la brecha que le dará finalmente la victoria. Como siempre, me concentro en mi carrera y en mis sensaciones. Otros días me cuesta más no dejarme llevar pero cuando a los diez minutos los gemelos se están tensando como un arco y la boca absorbe el aire helado con desesperación, regularse es la opción fácil.

En el primer tramo de llaneo recorto sin dificultad la distancia que me separaba del tercer clasificado. Se me vuelve a ir en la siguiente subida pero en cuanto el terreno pica hacia abajo le vuelvo a adelantar. Repetimos el juego un par de veces hasta que una bajada algo más técnica entre bloques de piedra –Bailanderos, me parece- me permite ganar unos cuantos metros e irme hacia delante.

Vamos bien, me digo. El día es precioso, hay muchos kilómetros en los que se puede correr fluidamente y me gustaría saberme los nombres de todos los picos que se ven. Dejamos a la izquierda la Pedriza, aún entre sombras, y seguimos nuestra marcha hacia el oeste, con esa agradable sensación de no tener nada entre tu cabeza y el cielo. Mi única preocupación es no dejar de ver las marcas naranjas hasta que el viento del Norte casi me lleva por delante en un tramo más expuesto. Se hace muy incómodo correr chepado pero no queda otra, el aire es muy helado. Me consuelo pensando que de mal tiempo cada uno tiene su ración. Para no darle más vueltas me pongo a contar los pasos que voy dando. Mal de muchos… ya sabes, epidemia.

Cuando giro la cabeza no termino de perder de vista a mi perseguidor. Sé que aún queda la última subida seria, hasta Cabezas de Hierro, y que ahí estará la clave de lo que pase en adelante. Al poco aparece la cima como un gigante al que hay que derrotar y en lo alto dos puntitos, uno azul y otro verde, que me sacan más de media vida. Para colmo el cuarto clasificado me ha recortado tanto que ya puedo leer los números de su dorsal. Pues sí, aquí va a estar la clave. Aprieto los dientes y pienso en fuego: prefiero reventar a que me cojan. Corro hacia arriba todo lo que puedo y más. Cuando no, las manos empujan con ansia a las rodillas para que no tarden tanto en impulsarse y recuperen cuanto antes. Me anima que no me lleguen a recortar la distancia y trato de correr un poco más. Por fin la bajada. Alivio.



Ya que no tengo fotos mías, las tomo prestadas. Diferentes momentos de la carrera
Foto: Yolanda Encinas


Me acuerdo poco del perfil y no conozco bien estos terrenos pero calculo que me quedan 4 kms hasta el avituallamiento y 6 hasta la meta. Dos subidillas más y la gran bajada. Parece poco pero ya se me empieza a hacer larga esta historia, un retortijón me pasa por el estómago y me doy cuenta de que es hambre. Es ahí el momento en el que empiezo a sentirme muy débil, ni siquiera puedo con las zapatillas y cada zancada se me hace un mundo. No es posible, una pájara, ahora, no…Qué duro. Me parece que al siguiente paso me voy a tener que parar y sentarme en una piedra. Me quedan como mucho un gramo o dos de energía y ya nada funciona: ni contar pasos, ni cantar canciones chorras, ni lo bonito del paisaje…me empieza a dar por culo la Sierra de la Guarra Dama y todos sus nombres inventados… En estas llego a la Bola del Mundo, hay un control, pido isotónico a voces y me tiro de cabeza por la pista del telesilla. Alivio otra vez.

Aún se me hará larga, muy larga, la despiadada bajada que lleva al Puerto de Navacerrada por debajo del telesilla. Rezo para que no se me monte ningún músculo y para no tropezarme. Los pocos montañeros que suben por la pala nos animan pero no escucho lo que dicen, es imposible con esta forma salvaje de resoplar. Por fin tierra firme y voluntarios que uno tras otro te indican por donde cruzar mientras te felicitan. Más gente que ha subido al puerto a echar la mañana del domingo. Eso sí, ni un globo ni una triste pancarta de meta. Me desvían a la derecha y ahí ya está el albergue de la RSEA Peñalara. Último sprint hasta que alguien se acerca con un cacharro a mi muñeca, el chip pita y me dice que ya he llegado.

Sí. Soy tercero. Primer podium en carreras por montaña y primera competición en mucho tiempo que me deja satisfecho del todo. Ganas había ya.